Como si de un matrimonio se tratase, en el patrocinio tanto patrocinado como patrocinador buscan entablar una relación duradera. Este acuerdo beneficia a ambos ya que el equipo obtiene fondos para desarrollar su actividad, mientras la empresa encuentra una forma excelente de asociar su marca a ese deporte. Su aparición en coches, motos, estadios o deportistas activa la maquinaria y hace que automáticamente quede mimetizada con los valores de vida saludable, trabajo en equipo, esfuerzo y recompensa.
En este caso, los beneficios superan a los riesgos. Por eso, marcas de todo el mundo apuestan por el patrocinio deportivo para llegar a un determinado público, aumentar su notoriedad y ventas o crear nuevas formas de comunicación con los consumidores.
– Facilidad para alcanzar al público objetivo. El patrocinio sobrepasa los obstáculos de la publicidad tradicional, saturada de mensajes. Los seguidores de un equipo reconocen a su patrocinador y le atribuyen la misma percepción positiva que a los jugadores.
– Respaldo mediático. La empresa se garantiza la presencia en los medios de comunicación que cubran el evento. En este aspecto, la innovación es clave para encontrar un buen eslogan o ubicación.
– Refuerzo de imagen de marca. El público se ve recompensado con la compra del producto bajo la creencia de que su uso mejorará sus cualidades deportivas.
– Lealtad del consumidor. El vínculo emocional entre marca y aficionados permite que estos identifiquen el producto patrocinador de forma mecánica frente a la competencia.
– Retorno de la inversión. La sólida relación entre patrocinado y patrocinador multiplica las posibilidades de convertir a los consumidores en clientes, aumentando las ventas.
Por ello, es una herramienta de comunicación única tanto para empresas de tecnología, aerolíneas o de alimentación. Pero para tener éxito, no basta con exponer un logotipo en una indumentaria, sino que deberá ir acompañada de otras acciones de relaciones públicas, redes sociales o storytelling.